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En la actualidad, se desconoce si el hecho de tener una enfermedad cardíaca facilita el contagio por COVID-19. De momento, toda la evidencia científica al respecto indica que no parece probable. Por este motivo, las medidas de precaución son las mismas que para quienes no padecen ninguna patología cardiovascular.

No obstante, la infección por COVID-19 comporta una sobrecarga para el corazón y además también puede producir un daño directo infeccioso e inflamatorio sobre el músculo cardíaco. Por estos dos motivos, las personas con enfermedades cardiovasculares pueden tener alguna complicación mayor y se les considera población de riesgo.

En cuanto a la medicación, los expertos remarcan que los pacientes con enfermedad cardiovascular tienen que extremar la adherencia al tratamiento médico y evitar la ingesta excesiva de líquidos para evitar su retención y el desequilibrio consecuente.

En este contexto, los profesionales explican que últimamente se han difundido por redes sociales noticias relacionadas con el posible efecto perjudicial de determinados fármacos usados en el tratamiento de la hipertensión arterial y de la insuficiencia cardiaca en personas infectadas por el COVID-19. Estos expertos explican que la hipótesis proviene de observaciones efectuadas durante la antigua epidemia del SARS causada por otro coronavirus distinto. Tal y como apunta en un comunicado oficial la Sociedad Europea de Cardiología, no existe evidencia que apoye el efecto perjudicial de estos medicamentos en el contexto de este brote de COVID-19 por lo que no existe evidencia actual para recomendar su suspensión.

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